De pequeño siempre imaginaba qué sería eso de tener una media naranja, o lo de ver el vaso medio lleno o medio vacío. No lo comprendía. La fruta se comía y el agua se bebía, y punto.
Crecí y descubrí que era optimista. Buscaba siempre lo mejor para lo demás porque mi vida estaba repleta, desbordante… todo era genial.
Un día bebiendo de ese vaso que siempre saciaba mi felicidad, que siempre sostenía entre mis manos, se me escapó. Sólo fue un momento pero inevitablemente, resbalándose a cámara lenta se hizo en mil pedazos contra el frío suelo. Me asusté.
No había forma de repararlo. A partir de ahí todo fue diferente. Seguía mi vida… pero a mi nuevo recipiente le faltaba algo. Era idéntico al antiguo, pero aún así aparentaba vacío. Le dibujé una carita sonriente, pero nada. Por lo menos era divertido dibujar…
Un día conocí a una niña increíble. Le hablé de mi vaso y de mi terrible preocupación. Ella pasaba, sólo pintaba nubes señalando con su dedo al azulado cielo.
Algo confuso, cogí una naranja del hermoso árbol que siempre me hacía pensar. La compartí con ella. La observé. Ella seguía soñando con estrellas de día mientras daba jugosos bocados, extrañamente no paraba de brillar.
No sé cómo lo hiciste, pero me gustaba sentarme, con mi vaso entre mis pies para simplemente observarte, tan soñadora. Enseñándome sin querer cómo se puede sonreír sin miedo a lo que pueda suceder… valorando un simple suspiro.
Me transmitiste lo que yo siempre he dado y nunca he necesitado recibir. Nunca lo pedí y tú nunca me lo dijiste, pero lo hiciste.
Allí estábamos. Mañana tras mañana, bajo la sombra de un radiante tronco arañado de ver una vida pasar, compartiendo una naranja. Sólo mirando hacia el horizonte. Disfrutando de sus colores tan transparentes.
Un día ese naranjero se secó. Su sabiduría quería mostrarnos algo que sus hojas al caer, rozando nuestros hombros nunca lograron hacernos entender.
Fue el día que nos miramos y comprendimos que no era el compartir un suave aroma lo que nos hacía quedar una y otra vez… eras tú. Era yo. ¡Éramos nosotros!
Me giré y¡qué sorpresa! El vaso ya no estaba vacío. En su interior quedaba una única naranja. La más grande y hermosa. La más tentadora pero a la vez, nos daba miedo. Era la última… pero ya estaba partida en dos… tenía nuestros nombres. Nunca fue tan fácil…
Comprendí entonces que en la vida hay otra mitad difícil de encontrar, pero cuando te la encuentras y te sonríe lo sabes… no hace falta ni tocarse, sólo lo sabes…
Ahora sólo queda comernos una vida por delante… una vida para aprender a ser niños de nuevo. Una vida impresionante. Como tú. Como yo. Como nosotros.
Esas lascas de tí siempre lo mantendrán medio lleno. ¡Gracias por aparecer sin avisar!
Ayoze P.G.
13/05/2010 a las 21:05 |
Bua! escribes genial!
me seguiré pasando para que me hagas pensar! 🙂
13/05/2010 a las 21:29 |
¿Te hago pensar? ^^ que bien, jeje 😀
14/05/2010 a las 20:22 |
impresionante ehhhh..! joder si qe piensas jajjaja
14/05/2010 a las 20:33 |
A veces, a veces!, jeje
20/05/2010 a las 0:39 |
Me gusta mucho mucho 🙂
20/05/2010 a las 2:18 |
Gracias Ele 😀
28/05/2010 a las 13:29 |
me encanta:) es muy bonito y emocionante, felicidades.
29/05/2010 a las 19:02 |
me aLegro que te guste rebe =)
05/07/2010 a las 0:05 |
mucha razon a «media naranja»
creo ke si fuera de otra manera kisas seria muy interesante y entretenido
pero no mas de lo ke es
exelente escrito !
14/02/2012 a las 23:02 |
¡Simplemente me encanta! Sigue así 🙂
28/02/2012 a las 15:13 |
Me alegra que te haya gustado 🙂